Читать книгу Lecciones sobre economía mundial. Introducción al desarrollo y a las relaciones económicas internacionales онлайн

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La cronología económica del último siglo tampoco ha sido rectilínea. Cuatro etapas, al menos, se dibujan con toda claridad, al conjugar, como variables básicas, los ritmos de crecimiento de las economías más avanzadas –que han arrastrado a los del conjunto de la economía mundial– y, por otro lado, los cambios en el esquema y en la intensidad de las relaciones internacionales. La más pletórica ha sido la del tercer cuarto del siglo XX, por continuidad y por extensión del crecimiento, y también por la profundidad de las transformaciones estructurales experimentadas. La etapa que abre el siglo, hasta 1913, y la que lo cierra, en su último cuarto y los comienzos del actual, han seguido, con oscilaciones, el promedio de la centuria. En contraste, los años de entreguerras y, en concreto, los que siguen al crac del 29, muestran la cara más sombría del siglo.

Esta trayectoria histórica, al contemplarse ahora en conjunto, deja, tras su brillante estela de progreso, algunas enseñanzas muy útiles para el porvenir de la economía mundial: una de las más claras es la estrecha vinculación entre el crecimiento económico general y la apertura comercial y el flujo mundial de capitales que se ha observado en distintas fases, justamente en aquellas que han contado con un sistema monetario internacional lo bastante estable como para fomentar la movilidad de factores y recursos; y, aunque los beneficios de esa mayor interacción no siempre se hayan distribuido uniformemente, sí es cierto que de ella han podido beneficiarse aquellos países, dentro del mundo aún en desarrollo, más atentos a insertarse en la división internacional del trabajo y a crear un marco de condiciones institucionales –buen gobierno– propicio para el avance económico y social. Lo que incluye no solo la primacía de los regímenes democráticos, sino el uso adecuado de los crecidos recursos y de los instrumentos de intervención de que dispone el Estado en las economías modernas; todo ello, sin coartar el papel de los mercados y propiciando, mediante la extensión de los servicios sociales y asistenciales, la cohesión social que consolida y nutre el progreso de las naciones y el impulso que precisa la actual sociedad –y economía– del conocimiento.

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