Читать книгу Hacia una teoría de las empresas familiares. Estudio de casos онлайн
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Ambos contestan las preguntas. Ricardo dice que sobre todo es feliz en los meses de verano, de diciembre a marzo, cuando puede ir a la playa con sus amigos. En general, aspira a, cuando sea «viejo», tener mucho dinero para vivir despreocupadamente y sin esfuerzos. Por su parte, Ignacio indica que fue dichoso cuando llegó a escalar el nevado Huascarán y se explaya comentando que le costó mucho entrenamiento lograr el estado físico que le permitiera trepar esa gran altura. Ricardo dice que es una generación que está siempre interconectada y que, por lo tanto, su concentración puede dividirse entre un trabajo –incluso uno importante– y contestar los mensajes de sus amigos en redes sociales. En cambio, Ignacio dice que «en el montañismo uno está tan absorbido por lo que hace que no piensa en sí mismo fuera de esta actividad inmediata. No existe una energía disponible ociosa para una actividad fuera de la que se está realizando».
Ricardo piensa que es una persona libre: «Tomo las cosas como vengan, nunca planeo nada», «disfruto de la vida hoy y nadie me quita lo gozado». En cambio, Ignacio piensa que cada uno debe reflejar metas claras y tener retroalimentación para observar los avances hacia ese objetivo. Ambos jóvenes son conscientes de que la epopeya de la vida está llena de riesgos y siempre es posible tener un accidente irreparable. A Ricardo le produce ansiedad reconocer este hecho. Por el contrario, a Ignacio no le preocupa esta posibilidad de perder. Expresa que la vida es una sensación de estar en control en medio de una situación difícil. En el montañismo, existen dos tipos de peligros: los eventos físicos impredecibles (una tormenta inesperada, una avalancha, la caída de una roca o una súbita baja de temperatura) y otro tipo de peligro más subjetivo, que es la ausencia de habilidad para afrontar estas eventualidades e incluso la torpeza en estimar la seriedad del evento.