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Al inicio de este viaje, cuando me pregunté sobre ¿cuál es mi dolor más profundo?, ¿cuál es la grieta que atraviesa mi vida? pensé y sentí que era “el cuidado” y de ahí se desprendían frases como ¿cuánto me habían cuidado?, ¿cuánto no me cuidaron? y ¿cuán importante hoy era ser cuidada?, sentía una sensación de resignación y de injusticia hacía los demás que no me valoraban y no veían los tremendos esfuerzos que yo realizaba, sentía que yo era la víctima de los demás. Y pasaba por mi mente una cierta lastima y resignación de mí misma por la historia vivida. Esos eran mis juicios y para mí era el dolor más grande que llevaba en mi interior “guardados”, sintiendo que ya no se podía hacer nada, por tanto, fueron acallados hasta el momento en que comencé a conversar con ellos.
Al escribir en un principio, dolía mucho ir a mirar el cuidado en mi vida. Surgían las lágrimas sin cesar, parecía que entraba en un mundo de recuerdos que volvían a tomar vida.
En algunos relatos, me parecía más fácil escribir, ya los había contado tantas veces que parecía tener un color y una voz propia, era historia conocida y hasta la emocionalidad era una habitualidad “eran los cuentos que me había contado durante mi vida” y sentía que me dolía, pero no lograba saber ¿por qué?