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En el proceso de aprendizaje de la carrera de locución me temblaba la voz–muchos no lo creen por cómo me expreso actualmente– los docentes observan que no había ningún problema de aprendizaje, los propios de un estudiante de una formación como la que había elegido, exigente por cierto, exposición constante y la crítica a la orden del día.

Durante el segundo año seguía el temblor de mi voz y afortunadamente una docente, hoy amiga y colega pudo distinguir que no era la profesión el motivo de mi inseguridad sino que había elegido el lugar correcto para comunicar eso tan profundo que tenía guardado como un secreto que no se podía expresar, un silencio eterno, silencia ensordecedor que hacía ruido Me sugirió la idea de hacer terapia, lo tomé como posibilidad y allí fui a resolver esa herida de mi infancia que marcó para siempre.

En el transcurso del trabajo con la terapeuta le llevé un sueño significativo, sabía que era el paso a seguir, comenzar con la liberación, era el primer paso: se me había prendido un murciélago en la boca Fue en ese momento que la psicóloga preguntó: ¿Qué te provocan los murciélagos?, le respondí: miedo, indaga nuevamente ¿miedo a hablar qué Ale? .

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