Читать книгу El concepto de justicia en la filosofía de Epicuro. Naturaleza y convención онлайн
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Para el socrático Aristipo, que entendía al placer como bien supremo –y a la felicidad como una simple metáfora para referir a la colección de experiencias placenteras, particulares e inmediatas–, ser sabio consistía en advertir con precisión las dosis de placer y dolor que involucran las propias pasiones, asegurando así el relativo dominio de las propias tendencias y estados. En cambio, Antístenes, que consideraba al deseo erótico como una suerte de degeneración de la rectitud natural, negaba que el placer pudiera tener alguna función positiva en el autodominio. Antes que sentir placer, mera “distorsión de la satisfacción” de auténticas necesidades (la cita es del análisis de Claudia Mársico, en su traducción de los fragmentos), Antístenes prefería enloquecer.
Platón se aproxima a la cuestión del autodominio en la primera época: en el Cármides, la indagación sobre la sensatez, sophrosýne, va acompañada de algunas observaciones relevantes (aun en el nivel dramático, teatral de su aproximación) sobre lo placentero y lo deseable. El tratamiento del placer gana profundidad en diálogos como Gorgias y República, donde se ponen en relación explícitamente la dimensión psicológica y la ético-política del tema. Pero el análisis más detallado del placer (sus especies, su carácter psico-somático) está en el Filebo, diálogo tardío en el que Platón imagina a Sócrates discutiendo con el hedonista Protarco en qué medida el placer y el intelecto contribuyen a la vida buena y al bien superior. En un ensayo que tituló, con un guiño provocativo, “Epicurus the Platonist”, Marcelo Boeri explica, sobre una sólida base argumental, que la teoría de Epicuro “probablemente estaba reaccionando” a algunos desafíos planteados en el Filebo y que, “al elaborar algunos aspectos de su propia agenda hedonista”, el maestro del Jardín sigue muy atento “las críticas de Sócrates al hedonismo crudo”. Además de retomar del Filebo la importancia que tienen la memoria y la expectativa como factores que aumentan o producen placer, Epicuro –apunta Boeri– afirma “platónicamente” que la carne considera los límites del placer como ilimitados, mientras que la mente es capaz de calcular la meta y los límites para la buena vida.