Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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Y diciéndome esto, se apartó a un lado y escribió una lista de varios libros de filosofía natural que debía procurarme, y me despidió después de mencionar que a principios de la semana siguiente tenía intención de comenzar un curso sobre las características generales de la filosofía natural, y que el señor Waldman, un colega suyo, daría lecciones de química los días que él no dictara sus clases.

No regresé a casa muy decepcionado, porque yo también consideraba inútiles a los escritores que el profesor había reprobado de aquel modo tan enérgico…, pero tampoco me sentí muy inclinado a estudiar aquellos libros que había adquirido por recomendación suya. El señor Krempe era un hombrecillo pequeño y gordo de voz ronca y rostro desagradable, así que el profesor no me predisponía a estudiar su materia. Además, yo tenía mis reparos respecto a la utilidad de la filosofía natural moderna. Era bien distinto cuando los maestros de la ciencia perseguían la inmortalidad y el poder: aquellas ideas, aunque eran completamente inútiles, al menos tenían grandeza. Pero ahora todo había cambiado: la ambición del investigador parecía limitarse a rebatir aquellos puntos de vista en los cuales se fundaba principalmente mi interés en la ciencia. Se me estaba pidiendo que cambiara quimeras de infinita grandeza por realidades que apenas valían nada.

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