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Luego explicaré adónde me condujeron esas ideas; pero permitidme ahora regresar a los granjeros, cuya historia encendió en mí sentimientos encontrados de indignación, placer y asombro, pero todos terminaron finalmente en más cariño y respeto hacia mis protectores… porque así me gustaba llamarlos, engañándome a mí mismo de un modo inocente y casi doloroso.

CAPÍTULO 5

Transcurrió algún tiempo antes de que conociera la historia de mis amigos. Era tal que no podía dejar de producir una profunda impresión en mi mente, pues desvelaba innumerables circunstancias, todas especialmente interesantes y maravillosas para alguien tan absolutamente ignorante como yo.

El nombre del anciano era De Lacey. Provenía de una buena familia de Francia, donde había vivido durante muchos años, en la riqueza, respetado por sus superiores y amado por sus iguales. Su hijo fue educado para servir a su país, y Agatha se había relacionado con las damas más distinguidas. Pocos meses antes de mi llegada, habían vivido en una ciudad grande y esplendorosa llamada París, rodeados de amigos y disfrutando de todos los placeres que pueden proporcionar la virtud, el refinamiento intelectual y el gusto, junto a una aceptable fortuna.

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