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Acercóse a Dorothy y, con gran suavidad, la besó en la frente. La niña descubrió más tarde que sus labios le habían dejado una señal luminosa en el lugar donde rozaron su piel.

—El camino que va a la Ciudad Esmeralda está pavimentado con ladrillos amarillos —expresó la Bruja—, de modo que no podrás perderte. Cuando veas a Oz, no le tengas miedo; cuéntale lo que te ha pasado y pídele que te ayude. Adiós, querida mía.

Los tres Munchkins se inclinaron respetuosamente ante la niña y le desearon un agradable viaje, después de lo cual se alejaron por entre los árboles. La Bruja le hizo una amable inclinación de cabeza, giró tres veces sobre su tacón izquierdo y desapareció por completo, para gran sorpresa de Toto, el que empezó a ladrar a más y mejor ahora que ella se había ido, pues no se había atrevido a gruñir siquiera en su presencia.

Pero Dorothy, que sabía que era una bruja, estaba preparada para su brusca partida, de modo que no sintió la menor sorpresa.

CAPÍTULO 3

DE CÓMO SALVÓ DOROTHY AL ESPANTAPÁJAROS

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