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—Yo iré contigo, pero soy demasiado cobarde para matar a la Bruja —declaró el León.
—Yo también iré —terció el Espantapájaros—, pero no podré servirte de mucho, pues soy demasiado tonto.
—Yo no tengo corazón ni siquiera para hacerle mal a una Bruja —comentó el Leñador, pero si ustedes van, yo también iré.
Decidieron entonces partir de viaje la mañana siguiente, y el Leñador afiló su hacha en una piedra verde y se hizo aceitar debidamente todas las coyunturas. El Espantapájaros se rellenó con paja nueva y Dorothy le pintó otra vez los ojos para que viera mejor. La doncella verde, que era muy amable con ellos, llenó de viandas la cesta de Dorothy y colgó una campanilla del cuello de Toto.
Esa noche se acostaron temprano y durmieron profundamente hasta el amanecer, cuando los despertó el canto de un gallo y el cacareo de una gallina que había puesto un huevo verde en el patio del Palacio.
CAPÍTULO 12
EN BUSCA DE LA BRUJA MALIGNA
El soldado de la barba verde los condujo por las calles de la Ciudad Esmeralda hasta que llegaron a la casita donde vivía el guardián de la puerta. Este funcionario les quitó los anteojos, los puso de nuevo en la gran caja y después les abrió la puerta de salida.