Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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―¿Tú crees que te aceptará?
―Por tía Jo, el señor Tiber conoce mis aficiones literarias. Me sometió a una dura prueba que afortunadamente pasé bien. Puede decirse que la cosa está ya hecha. No es que sea un empleo con un sueldo espléndido. Pero sí con un magnífico porvenir y un ambiente de lo mejor.
―Has heredado del abuelo la afición a los libros.
―Es posible. Me encantan los libros. Incluso quitándoles el polvo puedo decir que gozo. Si acaso no sirvo, como tía Jo, para escribirlos, encuentro una profesión de lo más honorable editar para el mundo y dar a conocer los libros que otros escriban.
―¡Qué dice Jo a todo esto?
―Está encantada. Mientras esperábamos la contestación del señor Tiber hicimos infinidad de castillos en el aire. Trabajo me costó evitar que te lo contase, tanta era su ilusión. Ella confía plenamente en el señor Tiber y está convencida de que dadas mis aficiones pocos empleos podrían encajarme como éste.
Meg estaba muy contenta.
―Presiento que tu porvenir ya no será problema. Sin embargo, quedan aún Daisy y Jossie, que me dan muchas horas de insomnio.