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A lo largo del siglo XIX e inicios del XX, inspirados por la reproducción de Kingsborough y probablemente por el rol fundacional que le otorgó Clavijero al manuscrito, algunos académicos mexicanos utilizaron el Mendocino como eje de una serie de publicaciones de corte político e histórico dentro del proyecto nacionalista mexicano que buscaba tomar forma a lo largo del siglo XIX, en lo que fue una secuencia de momentos de imperialismo criollo, soberanía democrática, colonialismo europeo y despotismo.7 Es durante este último periodo —conocido como el porfiriato— que en 1877, Manuel Orozco y Berra (1877, 1:185) —en ese entonces director del Museo Nacional de México— inauguraba los Anales del Museo Nacional de México, publicando el Códice mendocino con base en la reproducción de Kingsborough. En 1885, Antonio Peñafiel —encargado de la Dirección Nacional de Estadística de México y con patrocinio del secretario de fomento mexicano— publicaba una vez más los contenidos del manuscrito en su obra Nombres geográficos de México. En este manuscrito, por medio de la reproducción de los topónimos de las ciudades y pueblos contenidos en la segunda sección del Mendocino —a los cuales se refiere como “municipios de la República”— y combinando con una serie de estudios lingüísticos, Peñafiel (1885, cap. 1) buscaba configurar la geografía política y económica de la nación mexicana moderna basándose en un proyecto de reconstrucción y rescate de los nombres de ciudades y pueblos del México prehispánico.8

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