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Me doy cuenta de la rapidez con la que avanza el vehículo en el que me llevan. Conectan mangueras con agujas a mi brazo. Me doy cuenta de que piensan que estoy grave pues escucho que intentan detener una hemorragia. Sin embargo, yo creo que estoy bien.

Llegamos al hospital y mi último recuerdo es el umbral de una puerta enorme que atravieso recostada sobre una camilla.

***

Anteayer desperté. Sé que han pasado muchos días en los que he estado en coma. Entiendo que ha habido cirugías en mi cuerpo. No sé cuáles ni por qué. Nadie me ha explicado nada. Todavía no he visto a papá, ni a mamá, ni a mis hermanos. Aún no pueden entrar a la sala en la que estoy. Desde ayer, he comenzado a sentir un dolor agudo y constante en mis piernas. Punzadas y comezón. Escucho que un médico habla con un enfermero, como si le diera una clase práctica de medicina:

—Mire que la señorita dice sentir dolor en las dos piernas.

—¿En las dos, doctor?

—Sí. En las dos.

—Pero si la derecha…

—Pues no es raro, no se asombre y aprenda algo nuevo. Se llama Síndrome del miembro fantasma.

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