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El padre de Daniel salió al pórtico y le gritó: “¿Le has dado una patada en el trasero, chica?”

Sasha sonrió y le hizo una señal con el pulgar hacia arriba.

El padre saludó y se dirigió a la mecedora del pórtico, apoyándose en su bastón.

Sasha se volvió hacia Daniel. —¿Qué hace tu padre estos días?

Daniel se encogió de hombros. —Volviendo loca a mi madre, supongo.

Larry Steinfeld, que ya tenía más de setenta años, se había retirado finalmente del ejercicio de la abogacía. Había trabajado durante años en la Oficina del Defensor Público Federal, antes de pasar a la UALC (Unión Americana de Libertades Civiles). Sasha le había oído hablar en varias conferencias antes de darse cuenta de que era el padre de Daniel.

Sasha comprobó su reloj. —Tengo que irme.

—¿Nos vemos mañana en clase?

—Sí.

Saludó al Sr. Steinfeld con la mano y se alejó trotando para encarar el resto de la colina.

8

Sasha salió de su ducha llena de vapor, se envolvió en una gruesa toalla de gran tamaño y, por reflejo, consultó su Blackberry cuando aún estaba empapada.

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