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Mejor ella que yo, pensó Sasha, mientras se apresuraba a bajar las escaleras para tomar su café gratis.
Café gratis. La frase llenó a Sasha de una alegría innegable. Cuando se puso en contacto con el propietario para alquilar un espacio adicional para Naya, éste le informó de que estaba vendiendo el edificio a un tipo que planeaba poner una cafetería en la primera planta. Deseoso de tener un inquilino que pagara mientras ponía en marcha su negocio, el nuevo propietario, Jake, había accedido de buen grado a la petición de Sasha de un café gratuito y le había hecho un descuento del diez por ciento en la comida. Ella no le costaba mucho en comida, pero calculaba que se bebía fácilmente su peso en café cada mes. Por suerte para Jake, ella pesaba poco más de cien kilos.
Atravesó el grupo de chicos de edad universitaria reunidos alrededor del tablón de anuncios, sorprendida de que aún leyeran los folletos pegados a los tableros. ¿No deberían estar todos registrándose en Foursquare o algo así?