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Una vez más, a través de un nombre zaza que designa una divinidad sumeria podemos ver que existe una relación de parentesco entre los sumerios y el pueblo zaza.
De hecho, los textos nos indican que el país hitita debió de padecer periodos de grandes hambrunas, acompañados de fuertes movimientos de población que iban a diezmarlo por completo, hasta hacer que desapareciera.
La situación es diferente con otros textos, en particular con los que se encontraron en Ugarit, que en aquella época pertenecía todavía a los hititas. En ellos supimos que una hambruna golpeó Asia Menor. El faraón Merenptah (1213 – 1203 a. C.) menciona la entrega de cereales a los hititas para aliviar su sufrimiento. Estas cartas no son fáciles de fechar, pero el rey de Ugarit, Niqmaddu III (1199 – 1192 a. C.) pidió que les enviasen barcos y grano. La urgencia era visible en la última frase, que indicaba que se trataba de “vida o muerte”.33
Tras la desmembración del imperio hitita (1200 a. C.) por los asirios, una gran cantidad de sus integrantes sobrevivieron hasta el 600 a. C., fecha en la que los persas entraron en escena y empezaron a dominar Mesopotamia y Anatolia. Los zazas, que entonces eran uno de los componentes de los hititas, a partir del 1200 a. C. empezaron a vivir de manera esparcida por todo Asia, Oriente Medio y Anatolia, viviendo bajo el yugo de diferentes potencias, ya sea formando parte de ellas o bien colaborando con ellas.