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Ella arrojó el teléfono de nuevo en su bolso, ya sintiéndose mejor. Una cosa que el Krav Maga le había enseñado era a seguir sus instintos. Siempre.

De vuelta a su despacho, ignoró la pila de correo desordenado que amenazaba con derramarse sobre su escritorio y la luz parpadeante del buzón de voz. Buscó en Google a Patriotech y el primer resultado fue la página web de la empresa. No había nada. No había detalles sobre los productos de Patriotech, ni comunicados de prensa, ni información sobre los inversores, ni biografías de los directivos, nada más que una foto del exterior de un edificio de aspecto anónimo en un parque empresarial, con un número de contacto principal y una dirección debajo. Memorizó el número y cerró el navegador antes de marcarlo. No le gustaba distraerse cuando tenía una llamada.

Al segundo timbre le respondió una voz de mujer agradable y acentuada. “Buenas tardes. Gracias por llamar a Patriotech”.

“Me llamo Sasha McCandless. Soy abogada de Prescott & Talbott en Pittsburgh. Me gustaría hablar con alguien de su departamento de RRHH”.

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