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Jerry Irwin observó desde su ventana del suelo al techo cómo su inútil director de recursos humanos se escabullía hacia su sucio Honda. No eran ni las cinco y allí estaba Warner saliendo a hurtadillas del trabajo. No es que importara, pensó Irwin, Warner era esencialmente inútil y había sido contratado principalmente porque Irwin sabía que sería demasiado estúpido e inexperto para hacer cualquier pregunta o para hacer un seguimiento cuando se le diera una línea de mierda. Además, la semana que viene a estas alturas, Patriotech habría cerrado, él se habría ido hace tiempo y sus desventurados empleados serían el problema de otra persona.

Giró la silla hacia su escritorio y volvió a los cálculos a mano que había estado haciendo en un bloc de notas. Sabía que estaba contando el dinero que aún no tenía, pero no pudo resistirse a hacer infinitas variaciones sobre los beneficios que obtendría con la venta de la tecnología SGRA. Incluso con el reparto del 40% con su socio, y aun suponiendo una oferta ganadora muy conservadora, Irwin sabía que le costaría mucho gastar su parte en toda su vida.

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