Читать книгу ¿Cuánto vale una vida?. Lección inaugural en el Collège de France онлайн
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La mayoría de las bajas sufridas por las organizaciones humanitarias durante los conflictos no corresponden a “expatriados” sino a “nacionales”, es decir, trabajadores locales. En Colombia, Chechenia y Sri Lanka, donde hubo ataques a misiones humanitarias, cada vez resulta más evidente que los beligerantes tienden a distinguir a los agentes […] con arreglo a lo que valen sus vidas en el sentido más material de la expresión: los expatriados son secuestrados y se pide un rescate por ellos, a los nacionales simplemente se los mata.[3]
Al investigar, Fassin descubre paradojas y también es capaz de detectar las tensiones alrededor, y dentro, de las grandes problemáticas contemporáneas que atraviesan sus trabajos en territorios como Irak, en sus estudios sobre el vih-sida en África, los conflictos en Colombia y, en Francia misma, en las cárceles pero también en la frontera donde quedan varados los migrantes. En lo que él llama “la razón humanitaria”, el lenguaje define víctimas, refugiados, enfermos, que son a la vez categorías que vuelven a alguien plausible de recibir ayuda, o no. Así, lo humanitario se vuelve político y determina quién debe vivir y en nombre de qué. En sus estudios sobre Palestina, consignó que, durante la Segunda Intifada, los psiquiatras detectaron “traumas” en los jóvenes palestinos. Esto permitió que aquel sufrimiento fuera tenido en cuenta por la opinión pública internacional. Pero, al mismo tiempo, esta categorización psicológica puede difuminar la dimensión histórica y política del conflicto. Los rótulos de este tipo –ya se apliquen a migrantes en Francia o a enfermos en Sudáfrica, sin que se pretenda una asimilación, como suele aclarar el autor– incluyen una verificación de la verdad del estatuto de “víctimas” por parte de los gobiernos. Además, Fassin señala las complejidades de esos procesos para calificar a los ciudadanos, en un logrado análisis que sería injusto sintetizar aquí. Con todo, es posible expresar que el Estado no es “el mal” ni “el bien”. Según se lee en Por una repolitización del mundo, “entre el Estado y el cuerpo se da una relación de protección y persecución, compasión y represión”. Las investigaciones del antropólogo otorgan contornos a los claroscuros. En aquel libro también apunta que el cuerpo es