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Entonces, ¿cómo se obtiene el amor celestial sobre el cual opera el Reino de la Luz? Tú y yo no podemos crearlo dentro de nosotros mismos. No podemos decidir: “Así es como voy a ser. Así es como voy a pensar y sentir”. Necesitamos ayuda sobrenatural para convertirnos en ese tipo de personas. Poco antes de dejar este planeta, Jesús nos explicó cómo conseguirlo. Les dijo a sus discípulos que pronto se marcharía, pero les aseguró a ellos y a nosotros: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18). ¿Cómo lograría eso? Por medio del Espíritu Santo que “mora con vosotros y estará en vosotros” (vers. 17).

Cuando Dios nos creó, dispuso que el tercer miembro de la Trinidad tocara nuestro cerebro10 e implantara esa forma celestial de amor en nuestra mente. Mientras nuestros pensamientos y sentimientos estén bajo la influencia del toque del Espíritu Santo, estamos en sintonía con el amor del cielo. Amamos a los tres miembros de la Trinidad. Amamos las leyes del cielo. Amamos la autoridad del cielo. Y nuestras mentes y corazones están en sintonía para elegir libremente amar y servir tanto a Dios como a los demás. Esto es lo que Dios quiso decir cuando dijo por medio del profeta Jeremías: “Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón” (Jer. 31:33). Si la Ley de Dios no está escrita en nuestras mentes y corazones, entonces es solo un montón de normas y reglamentos, y esto es legalismo.

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