Читать книгу Conflicto cósmico. Acontecimientos que cambiarán su futuro онлайн

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Los primeros cristianos eran, por cierto, un pueblo peculiar. Pocos en número, sin riquezas, sin jerarquía ni títulos honoríficos, eran odiados por los impíos, como Abel fue odiado por Caín (ver Génesis 4:1-10). Desde los días de Cristo hasta los nuestros, los fieles discípulos de Jesús han excitado el odio y la oposición de los que aman el pecado.

¿Cómo, pues, puede entonces el evangelio denominarse un mensaje de paz? Los ángeles cantaron en las llanuras de Belén: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (S. Lucas 2:14). Existe aparente contradicción entre estas declaraciones proféticas y las palabras de Cristo: “No he venido para traer paz... sino espada” (S. Mateo 10:34). Sin embargo, si ambas declaraciones se entienden correctamente, existe entre ellas perfecta armonía. El evangelio es un mensaje de paz. La religión de Cristo, recibida y obedecida, extendería paz y felicidad por el mundo entero. Era la misión de Jesús reconciliar a los hombres con Dios, y así reconciliarlos mutuamente. Pero el mundo en general está bajo el control de Satanás, el más encarnizado enemigo de Cristo. El evangelio presenta principios de vida que están en total desacuerdo con los hábitos y deseos de los pecadores, y éstos se oponen a aquellos principios. Odian la pureza que condena el pecado, y persiguen a los que los exhortan a adherirse a sus santas demandas. Es en este sentido como el evangelio se convierte en una espada.

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