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Entre las notas va a encontrar también, mezcladas, un puñado de cosas que escribí hace años y que he decidido reciclar.

Ahora que veo perplejo

asomar manchas de viejo

-todavía diminutas-

en el dorso de mis manos,

ahora entiendo (confundido)

que bajo de tanto ruido

no hay verdades absolutas

de tirios ni de troyanos.3

Además de vez en cuando se topará con la palabra hipervínculo. Soy consciente de que su uso no es muy preciso -en esta ocasión lo mismo me da, si sirve para entendernos-. Me refiero con ella a un atajo que relaciona dos menciones al mismo asunto o personaje abordado en diferentes capítulos. Una especie de costura interna que refuerza la unidad y pelea con las limitaciones inherentes al formato libro (páginas secuenciadas y numeradas -otra vez la fantasía de orden-). Y es que las conexiones están a muchos niveles. Tantos, que más que del rompecabezas a lo mejor hubiera sido preferible utilizar la metáfora de un sudoku. O del cubo de Rubik.

Los hipervínculos sirven además de homenaje a Rayuela y como invitación a saltar dentro del texto sin necesidad de seguirlo de principio a fin, como un lector aplicado.

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