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Hermes: dios del comercio y de los ladrones

Hermes nació de noche, cuando todo el mundo dormía. Agotada luego del parto, su madre, Maya, lo dejó envuelto como una momia en una caverna de Arcadia. Pero al pequeño no le gustaba estar quieto. Apenas se pudo liberar de sus vendas comenzó a vagabundear, vocación que nunca abandonaría. Sin perder tiempo, concretó su primera travesura: le robó una manada de vacas a Apolo.

Para no ser descubierto tuvo que emplear todo su ingenio y picardía, otro de sus atributos. Escondió los animales en una cueva, pero, para que Apolo no pudiera encontrarlos, los hizo entrar caminando de espaldas, lo que sugería que habían salido del escondite en lugar de entrar. Para descubrir el truco, Apolo tuvo que emplear su capacidad adivinatoria. Cuando consiguió atrapar a Hermes lo llevó frente a Zeus para que lo castigara. El padre de los dioses esperaba que su nuevo hijo negara la acusación, pero, frente a las evidencias, Hermes tuvo que confesar.

El pequeño dios prometió devolver el ganado robado, menos las dos vacas que dijo haber sacrificado para los doce dioses del Olimpo: “¿Doce dioses?”, preguntó Zeus, “¡Pero si acá somos solo once! ¿Quién es el número doce?”. A lo que Hermes respondió sin más: “¡Pues el que está aquí para serviros!”. Para terminar de congraciarse explicó: “A las dos vacas las dividí en doce pedazos, ofrecí once a quienes correspondía y me comí la última porque tenía mucha hambre”. Hasta Apolo tuvo que reírse de la desfachatez de su hermano menor.

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