Читать книгу Discernir lo que agrada al Señor онлайн

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Antes de ver cómo capitalizar estas experiencias interiores, tengamos en claro el punto de partida: todo lo que nos sucede es querido o permitido por la amorosa providencia de Dios para nuestro bien. Él no es ajeno. Dios quiere lo bueno que nos sucede, y se conduele por adelantado cuando permite que lo malo nos pruebe.

Creo que es inevitable y hasta necesario psicológicamente que atravesemos por momentos de crisis, por consuelos y desconsuelos, por tiempos felices o de aridez, provenientes del propio temperamento y de otras causas. Dios permite la consolación y la desolación2 para ayudarnos a llegar a la madurez de los hijos de Dios, mediante el ejercicio de la fe y la esperanza, y sobre todo del amor. Para que busquemos lo realmente importante y duradero, pues como enseña san Pablo: “ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor” (1 Cor 13,13). Si somos fieles, viviremos junto a Dios en el amor por toda la eternidad. Y sabemos que “el amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener gran desnudez y padecer por el Amado”3.


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