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La historia

de Ida Peederman

Ida, la menor de cinco hijos, nació el 13 de agosto de 1905 en Alkmaar, Holanda.

Poco antes que empezara la Primera Guerra Mundial, la familia se trasladó a Ámsterdam. Su madre, con 35 años, murió al dar a luz a su último hijo, cuando Ida tenía 8. A partir de esta tragedia, la hermana mayor, Gesina, se hizo cargo de la crianza de sus hermanos.

La práctica católica de la familia consistía en ir a misa los domingos y rezar antes de comer. De niña, Ida se confesaba cada fin de semana en la Iglesia de los Dominicos con el Padre Frehe, que más adelante sería su director espiritual. Durante este período, a los 12 años, tuvo por primera vez un encuentro con María. Esto ocurrió el 13 de octubre de 1917, el mismo día del milagro del sol en Fátima, Portugal.1

Esa tarde de sábado, al regresar a su casa luego de confesarse, Ida tuvo una aparición celestial. En el fondo de la calle, envuelta en una luz maravillosa, vio a una mujer de extraordinaria belleza, cuya mirada rebalsaba de gozo y bondad. Sin decir una palabra, estaba con los brazos ligeramente abiertos. Ida nunca había visto nada tan hermoso. Inmediatamente comprendió que era la Virgen María. Cuando la aparición le dirigió un gesto afectuoso, Ida corrió a su casa y contó lo que le había sucedido. Su padre entonces, luego de escucharla, le recomendó que no hablara de eso y que lo olvidara: “Por amor de Dios, no digas nada a nadie. Te tomarían por loca y se reirán de ti”. Ella tomó el consejo, aunque el encuentro con la Virgen se repitió otros dos sábados: la hermosa Señora se le apareció envuelta en una luz similar a la del sol, sin decir ni una palabra y le sonrió, como la primera vez que la había visto.

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