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Cuando tomé contacto con la meditación, esta llegó a mi corazón al mismo tiempo que a mi mente y despertó en mí el impulso de seguir por ese camino.

Empecé a meditar siguiendo mi intuición y a medida que lo hacía podía profundizar más en ella. Comencé a dar clases de meditación a los instructores y tiempo más tarde al alumnado que concurría a Centro Sattva para tomar clases de gimnasia expresiva y hatha yoga.

Preparé dos talleres que transmití al instructorado y organicé “Encuentros para meditar” abiertos al público. Cada reunión era un descubrimiento sobre la respiración, el silencio, la conscientización de diferentes zonas del cuerpo, la conexión con el interno, la percepción de la paz interior, la serenidad, la armonía, la fortaleza y la plenitud.

Observé entre quienes asistían que algunos buscaban la meditación como una posibilidad de relajarse y sentirse más tranquilos; otros decían que necesitaban detener su mente y tener un poco más de paz y había quienes la buscaban como una puerta hacia planos elevados de consciencia y un medio para conectarse internamente. Los Encuentros se realizaron durante más de diez años.