Читать книгу Segunda virginidad онлайн

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Él no dice nada. Ella toma el corpiño, la blusa, el calzón, el pantalón.

No perdió la virginidad.

Las tetas de vaca la salvaron.

Ay, mi amor, cómo te tardaste. ¿Cómo está Fátima? ¿Cómo viste a tu tía Carmen?, pregunta la mamá en pijamas de satén color miel, con un libro en una mano y el teléfono en la otra.

Puntos cálidos centellean la ciudad plana y su cerro por la ventana panorámica. Noche rara, multitud de nubes extienden el puntillismo en el cielo. La mamá está sentada en el sillón largo, blanco, de su habitación, los pies descalzos con pedicure rojo sobre el tapete níveo.

Bien, balbucea Isabela. Buenas noches, mamá.

Te veo demacrada, Isa. ¿Todo bien? ¿Cenaste?

Sí, mamá, todo bien, buenas noches.

Te dejé en tu cuarto unas vitaminas que te compré. Me dijo tu tía Chefi que son buenísimas para las uñas y la piel, se las recomendó su dermatóloga, la Merino. A lo mejor deberíamos cambiarte con ella, ¿no? El doctor López qué bien me cae, pero pues a lo mejor no es para ti.

Pues sí, a lo mejor. Gracias, mamá.

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