Читать книгу Segunda virginidad онлайн
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A Rebeca sí le cuenta que se dieron un beso, aunque omite detalles; no le dice que la mano de él se quedó sobre la mancha de chamoy ni que la empezó a deslizar en círculos sobre el área, Isabela sin moverse, sólo la boca abrió y meció tantito la lengua cuando la otra entró, viscosidad de rielito y pepino, una ventilación caliente que salía de la nariz de Sebastián impregnándosele en las mejillas, atrás de las orejas, a lo largo de la clavícula.
Isabela repite estrategias para irse con él. Dice:
Ahorita vengo.
O:
Ahorita regreso, voy rapidito por algo.
Lo que sea, unas copias, ir al cine con no-sé-quién.
¿Cómo estuvo la película, mi amor?
Muy padre.
¿Cómo estuvo tu trabajo en equipo?
Muy bien, mamá.
O:
Muy bien. Luego nos vemos, papá.
O Carlota y Vero, ellas dos haciendo tarea, o jugando con la manguera a mojarse, las blusas del uniforme embarradas en senos de picos, a medio florecer, rodillas famélicas corriendo de aquí para allá o arriba abajo del resbaladero, puras niñas, las mismas del salón, las mismas desde hace seis, siete, ocho años, desde que entraron juntas a primero de primaria se hizo la bolita, el grupo de amigas. Isabela las moja con globos de agua, latigazos de hule sobre las telas duras del uniforme, o le atina a las pieles enrojecidas, y se va.