Читать книгу El pensamiento crítico desde Sudamérica. Tres años de "Huellas de Estados Unidos" онлайн

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Los episodios que conforman las películas, por añadidura, se integran al folklore infantil al mismo nivel que los relatos tradicionales. Muchos de los cuentos clásicos han pasado por el tamiz del cine, en especial de la mano de Disney, obteniendo así una versión definitiva —”oficial”— de lo que la tradición oral recomendaba modificar constantemente. El primer largometraje animado, en el cual estuvo a punto de naufragar la fortuna familiar de los Disney, fue Blancanieves (1937); le siguieron Pinocho (1940), La Cenicienta (1950) y La bella durmiente (1959). Más restringidos en su clasicismo resultan Alicia en el país de las maravillas (1951), Peter Pan (1953) y Robin Hood (1974), pero no menos mitificados por las imágenes que, en este último caso, incurren en una recaída habitual en los productos ideados para la infancia: los animales parlantes. Es un recurso que procede de la fábula y se exacerba en los medios audiovisuales, aunque aquí la zoología importa menos como manifestación de características generales de la especie que como definición de individuos con particularidades humanas.ssss1 Tal énfasis en la elección zoológica reproduce lo que Dorfman y Mattelart remarcaban respecto de los valores adultos: “son proyectados, como si fueran diferentes, en los niños, y protegidos por ellos sin réplica […] la historia se hace biología” (p. 19). En el darwinismo que remozarán las películas, la biología se vuelve (teoría de la) historia.

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