Читать книгу Nuestra asignatura pendiente онлайн

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Con una tranquilidad envidiable, alargaste el brazo y me diste las flores. Yo era un manojo de nervios.

—Para ti —pronunciaste con un tono casi solemne; después retomaste la marcha porque la vendedora por fin había dejado el camino libre.

—¿Cómo has sabido que me gustan las fresias? —te pregunté cuando te alcancé. Me miraste y sonreíste, dedicándome esa sonrisa que te llegaba a los ojos y que me encandilaba. Enterré la cara en las flores para que no pudieras ver que me había vuelto a poner roja. El perfume dulce me embriagó, era delicioso. ¿O me sentía embriagada por el simple hecho de estar a tu lado?

Te paraste otra vez y te giraste para quedar uno frente al otro. Te acercaste y me cogiste la cara con las manos, entonces me atravesaste el alma con la mirada.

—Lo he sabido porque al mirarte veo que eres policromática. Y no se trata de tu ropa, no. Es algo que te envuelve. ¿Tu aura? No lo sé. Solo sé que es como una luz que te rodea…

—Y esa luz tiene mil matices. Eres primavera, colores, alegría… No, rosas blancas, no. Contigo van más las fresias.

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