Читать книгу Nuestra asignatura pendiente онлайн

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Me obligué a apartar la mirada para no quedar en evidencia, aunque me pareció que, durante una fracción de segundo, eras tú quien me miraba. Sentí como los nervios me nacían en la boca del estómago y tuve miedo de hablar por si tartamudeaba. ¿Cuántas veces había soñado despierta, amparada por la soledad de mi habitación, imaginando que tú sentías lo mismo? ¡Ya había perdido la cuenta! El simple hecho de pensarlo mientras estabas a mi lado fue como si un terremoto desestabilizase la tierra y, con fuerza descomunal, me hiciese perder el equilibrio.

Quería mirarte otra vez, pero no me atrevía.

Después de la excursión, y ya fuera del parque, nos dirigimos a Notting Hill para acabar el trabajo en tu casa. Durante el camino, la tentación nos llevó a atravesar el mercadillo de Portobello, que hervía de actividad por el centenar de tiendas y puestos variados que lo formaban.

Se nos acercó una mujer de mediana edad, que se interpuso en nuestro camino para impedirnos seguir avanzando. Llevaba una cesta repleta de flores colgada del brazo y algunos ramos en la mano.

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