Читать книгу Nuestra asignatura pendiente онлайн

9 страница из 101

—¿No quiere comprarle rosas blancas a su novia, joven? —te preguntó mientras te ponía un ramo delante de la cara.

Me puse roja como un tomate ante la confusión de la señora, pero tú solo parpadeaste.

—Ella no es… —empezaste a decir, pero no acabaste la frase. Me miraste, y esta vez anticipé que algo cambiaría entre nosotros. Lo que pasó después fue extraño e increíblemente poderoso, como si una onda eléctrica nos atravesara. El nudo que tenía en la boca del estómago se intensificó; y no quiero ni imaginarme cómo debía tener las mejillas. El tiempo se detuvo, aunque solo para nosotros, y quise creer que sentías lo mismo que yo. Volviste a mirar a la mujer, tanto las rosas blancas que llevaba en la mano como las flores de la cesta—. Rosas no, fresias —dijiste.

La mujer asintió, mostrándose conforme. Cogió un ramito multicolor y te lo entregó a cambio del dinero que ya le ofrecías. Después de darte las gracias, se alejó canturreando en busca de otros clientes, aprovechando que varias personas se encontraban cerca.

Правообладателям