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Sin embargo, los aspectos negativos más sobresaliente están referidos a la sociabilidad, la falta de contacto con profesores y pares, como así también a la pérdida de la “vida universitaria”.
Entendemos, entonces, que esta socialización secundaria dentro del mundo universitario no es reemplazable por otros espacios, aunque estos faciliten el estudio. El ser social por excelencia necesita del otro para complementarse, para poder potenciar aún más todas sus capacidades, principalmente las afectivas y emocionales.
Si bien continuar con el estudio pareció no verse afectado, alternar cara a cara con profesores, seguir sus explicaciones, gestos, preguntas y replanteos son hábitos en el ambiente áulico que no pueden ser reemplazados por cámaras o clases virtuales.
Tampoco pueden ser reemplazadas las actitudes como camaradería, compañerismo, trabajos grupales, compartir momentos de ocio y proyectos personales que puedan trascender lo meramente académico.
Somos seres sociales que compartimos diferentes ámbitos o espacios donde aprendemos y adquirimos rutinas, hábitos y comportamientos que se ubican y adaptan a cada uno de ellos. El hogar cumple una función fundamental en el proceso de socialización primaria de todos los individuos, pero en las sociedades modernas y posmodernas los otros ámbitos de sociabilidad demuestran la posibilidad de desarrollar cada uno una capacidad del individuo dándole libertades para su mayor desarrollo. La supresión de ellos produce inestabilidades emocionales, sensoriales y conflictivas que afectan no solo a las personas en forma individual, sino a todo el grupo social.