Читать книгу Dios te salve, Reina y Madre. La Madre de Dios en la Palabra de Dios онлайн

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«Mamá, musité antes de que ella pudiera pronunciar palabra. ¿Qué te parece si sales por delante de mí? No quiero que mis amigos te vean llevándome a casa».

Mi madre no dijo palabra. Se dio la vuelta, dejó atrás la enfermería, salió del colegio y se fue directamente al coche. Desde ese lugar, me fue mimando hasta casa, preguntándome cómo me sentía y asegurándose de que me iría a la cama con los remedios habituales.

¡Por los pelos...!, pero estaba totalmente seguro de que había escapado con mi imagen de «tío guay» intacta. Me quedé dormido con una paz casi perfecta.

No fue hasta esa noche cuando volví a pensar en mi quedar «guay». Vino mi padre al cuarto, para ver cómo me sentía. Bien, le dije. Entonces me miró con seriedad.

«Scottie, dijo, tu religión no vale mucho si se queda en meras palabras. Tienes que pensar en cómo tratas a los demás». A continuación vino el golpe de gracia: «nunca más te avergüences de que te vean con tu madre».

No necesitaba más explicaciones. Me di cuenta de que papá tenía razón y me llené de vergüenza por haberme avergonzado de mi madre.

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