Читать книгу El merodeador онлайн

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Miro de nuevo el reloj. Son más de las doce. Me levanto, enciendo otro cigarro y vuelvo a sentarme frente al ordenador. Es evidente ya que el cartero no va a venir, así que debo continuar mi trabajo, este artículo que no logro terminar y que, pese a todo, debo entregar la semana que viene al periódico...

Trabajar desde casa es así, pienso, se hace uno retraído y huraño sin darse cuenta de nada, solo frente al ordenador, frente al televisor, leyendo, fumando y bebiendo y esperando día tras día al cartero... Sal mejor a dar una vuelta, me digo, un paseo por la orilla del río, o mejor aún, llama a algún amigo y olvídate de tu mundo un rato... El cartero, es evidente, ya no va a venir y tus oposiciones pueden esperar unas horas... Olvídate de los exámenes, de los merodeadores, de los pasos, del cartero, del artículo y las tarjetas y de todos tus asuntos pendientes, y desconecta de tu mundo un rato...

Eso me digo, me repito, aunque no creo que sea lo que termine haciendo... O quizás sí... No lo sé... No debería, en cualquier caso, pensármelo tanto... O salgo o no salgo, o bebo o no bebo, o fumo o no fumo... Todo, siempre, tan complicado...


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