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GUILLERMO IZAGUIRRE

ESCRITO EN LA ORILLA

Una travesía litoral con Lacan


A mis nietos,

Emilio, Estanislao, Pedro y Alma

Prólogo

Daniel Riquelme *

Solo producimos una impresión de verosimilitud en el lector cuando quebrantamos la mecánica del lenguaje.

Carlos Mastronardi, Cuadernos de vivir y pensar

Viajar es extraño, no pasa todos los días.

Viajar está en el extremo opuesto al turismo que, al decir de Carlos Mastronardi, estaría más cerca de lo mecánico, puesto que, si en alguna época tuvo un sesgo pedagógico, hoy en día se ha reducido al ocasional disfrute.

Viajar es experimentar una nueva ruta, una deformación, una salida de las costumbres. Hay una diferencia bastante explícita entre aquel que muestra las fotos de un viaje y aquel que trae una visión de un viaje. Entonces, a veces sucede que alguien emprende un viaje y nos transmite su testimonio en un escrito, en una especie de bitácora donde anota, registra los recorridos, los accidentes, los encuentros y desencuentros, el paso manso de su errancia, los temporales que arrecian lo sabido, los paisajes que modulan el canto, los silencios que dejan oír el latido extravagante de la tierra cuando hacemos nuestro el litoral con los restos de lo visto y oído en el navegar sinuoso, en el rizo barroso que nos encalla. Desde la húmeda tosca que se abarranca, Guillermo Izaguirre se detiene y tiene una visión: tres ríos como tres cuerdas desanudadas por un genocidio silenciado. Tres ríos como las venas abiertas de un continente desangrado. Tres ríos singulares, diferenciados en sus torrentes, en el fragor que se cuece en sus entrañas, en las noches que reflejan tras los chañares sus lunas y estrellas, en sus remolonas aguas, cada río nombrado para siempre en una lengua, la lengua guaraní. Y la proposición de Guillermo Izaguirre consiste en un nuevo anudamiento: ese ramo de ríos anudados por el arte del litoral.

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