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Así, en su “Poema de amor a mi silla de ruedas motorizada”, dice:

¡Ay mi cielo siniestro!

¡Ay mi fiel servidora!

¡Ay mi dama eléctrica,

tienes los nervios de acero!

¿Y cómo saber que es poesía esto que se escucha en la voz de un poeta? Emily Dickinson lo definió en términos estrictamente corporales: “Si leo un libro y hace que mi cuerpo sienta tanto frío que ningún fuego consiga calentarme, sé que es poesía. Si siento que me vuelan la tapa de la cabeza, sé que es poesía. Este es el único método que conozco de saberlo. ¿Acaso hay otro?”.

Sobre la importancia de re escribir poesía

Cuando escribí el primer bosquejo del poema “Pacté por mi silla de ruedas: Sueño de una vida anterior”, la primera versión decía:

En mi vida anterior

bailé tan fuerte y rápido

que Dios me dijo —“la próxima vez

te daré una silla de ruedas. Así aprenderás

a ver, a escuchar y a quedarte quieto.

Aprenderás la paciencia”.

Mi maestro de poesía me interrumpió preguntándome “¿Y desde cuándo bailar demasiado es una razón legítima para el castigo espiritual?”.


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