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Esto le lleva a estudiar Días ejemplares no como una autobiografía lograda sino como un ejemplo de los problemas que el género autobiográfico plantea al escritor. El libro tiene, para Buell, dos temas centrales: los recuerdos de la Guerra Civil y los apuntes del natural, que Whitman no logra unir (63). Junto a esta consideración, observa que Días ejemplares es el resultado de toda una vida dedicada a la escritura. No hay que ver este libro como un hecho aislado en la carrera del poeta. Es, en realidad, la consecuencia, cabría decir incluso la conclusión, de la evolución que el yo poético sufre en la escritura anterior de Whitman. Divide, así, en tres etapas la obra. La primera tiene como obra principal la edición de 1855 de Hojas de hierba y su yo optimista y abierto al mundo. La segunda etapa tiene como centro la edición de 1860 en la que el yo se vuelve sobre sí mismo y adquiere unos tonos más íntimos, menos universales y más centrados en el individuo concreto, quizás como consecuencia, entre otras razones, de los desengaños que sufre y que se reflejan en un reordenamiento que pone como cierre del libro el poema “¡Hasta siempre!” El tercer momento dentro de dicha carrera es Días ejemplares del que dice que es la relación de la vida de un yo vulnerable y finito que se acerca más que en los casos anteriores al Whitman real. Aun así, Buell argumenta que en el libro el personaje narrador está objetivado por una voz literaria que recuerda a los ensayistas británicos de la época victoriana, al tiempo que en bastantes ocasiones el libro dirige su mirada a acontecimientos externos y no internos (63). Como resumen de lo expuesto, el crítico concluye que en Días ejemplares Whitman tiene que conciliar las dos líneas de fuerza que informan la escritura autobiográfica de su época. Ha de unir el yo “normalizado” propio de las expectativas de la sociedad al yo individual libre y sin ataduras (64).

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