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Ion[1] o de la poesía
SÓCRATES — ION DE ÉFESO[2]
SÓCRATES. —¡Zeus te salve, Ion! ¿De dónde vienes hoy? ¿De tu casa de Éfeso?
ION. —Nada de eso, Sócrates; vengo de Epidauro y de los juegos de Asclepio.
SÓCRATES. —¿Los de Epidauro han instituido en honor de su dios un combate de rapsodistas?
ION. —Así es, y de todas las demás partes de la música.
SÓCRATES. —¿Y bien, has diputado el premio?, ¿cómo has salido?
ION. —He conseguido el primer premio, Sócrates.
SÓCRATES. —Me alegro y ánimo, porque es preciso tratar de salir vencedor también en las fiestas Panateneas.
ION. —Así lo espero, si Dios quiere.
SÓCRATES. —Muchas veces, mi querido Ion, os he tenido envidia a los que sois rapsodistas, a causa de vuestra profesión. Es, en efecto, materia de envidia la ventaja que ofrece el veros aparecer siempre ricamente vestidos en los más espléndidos saraos, y al mismo tiempo el veros precisados a hacer un estudio continuo de una multitud de excelentes poetas, principalmente de Homero, el más grande y más divino de todos, y no solo aprender los versos, sino también penetrar su sentido. Porque jamás será buen rapsodista el que no tenga conocimiento de las palabras del poeta, puesto que para los que le escuchan, es el intérprete del pensamiento de aquel; función que le es imposible desempeñar, si no sabe lo que el poeta ha querido decir. Y todo esto es muy de envidiar.