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SÓCRATES. —Muy bien. Si esto es así, es evidente, que los mayores placeres, como los mayores dolores, están ligados, no a una vida buena, sino a una mala disposición del alma y del cuerpo.

PROTARCO. —Lo confieso.

SÓCRATES. —Necesitamos escoger algunos y examinar en ellos lo que nos obliga a llamarlos los más grandes.

PROTARCO. —Necesariamente.

SÓCRATES. —Consideremos cuál es la naturaleza de los placeres que causan ciertas enfermedades.

PROTARCO. —¿Qué enfermedades?

SÓCRATES. —Los placeres de ciertas enfermedades vergonzosas, a las que tienen estos hombres austeros una extrema aversión.

PROTARCO. —¿Qué placeres?

SÓCRATES. —Por ejemplo, los que nacen de la curación de la lepra, por la fricción, y de males semejantes, que no tienen necesidad de otro remedio. En nombre de los dioses, ¿qué es lo que se experimenta en aquel acto, placer o dolor?

PROTARCO. —Me parece, Sócrates, que es una especie de dolor mezclado de placer.

SÓCRATES. —Nunca hubiera propuesto este ejemplo por miramiento a Filebo; pero, Protarco, si no examináramos a fondo estos placeres y todos los de la misma naturaleza, jamás llegaríamos a descubrir lo que buscamos.

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