Читать книгу Las rutas de la seda en la historia de España y Portugal онлайн

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De igual forma, hemos comprobado que a partir de 1570 aparecieron nuevos métodos de fraude para eludir el pago de derechos, que coincidían con las nuevas circunstancias sociales imperantes en el Reino de Granada. En ellos participaban incluso las propias autoridades que tenían la obligación de perseguirlos y castigarlos. De este modo, a principios del siglo XVII, el arrendador Juan Bautista de Guedeja, entre otras irregularidades, compraba seda extranjera en su propia casa.ssss1 Los jelices engañaban a los productores en el pesado de las libras de seda, ya que a la hora de pesar usaban la pesa morisca de diecinueve onzas y media por libra, aunque en los libros reflejaban la obligada pesa castellana de dieciséis onzas por libra. Naturalmente, la diferencia de tres libras y media era retenida por aquellos.ssss1 También parecía generalizada la práctica de la «subastilla», que consistía en que los mercaderes se confabulaban para comprar fuera de las alcaicerías la seda a los cultivadores a un precio determinado, más bajo del que estaba estipulado. Si el cultivador rechazaba esas ofertas, los mercaderes le presionaban amenazándole con pujar dentro de la alcaicería a un precio incluso menor, por lo que el cultivador no tenía más salida que vender al precio ofrecido.ssss1 Por último, los eclesiásticos, y otras personas relacionadas con ellos, pretendían exonerarse del pago de derechos aduciendo que nunca lo habían hecho, cuando la ley era muy clara al respecto, ya que todo el mundo estaba obligado a satisfacer los derechos de la seda.ssss1

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