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El hilado de la seda también podría realizarse en ámbito rural, tal y como muestra la observación de Ibn al Jatīb, en relación con la localidad de Jubiles, «un espléndido manantial de magnífica seda y quienes se dedican a su industria, en su doble aspecto de tejidos para vestir y para alfombras, se enriquecen fácilmente...»;ssss1 o la protesta realizada en 1504 en contra de los vecinos de la misma localidad, que ante la necesidad «de dar cuenta ante el recaudador de lo que cada vno de los veçinos ouiesen hilado e hilasen»,ssss1 llegaban a la alcaicería granadina, donde habían de pasar el control fiscal correspondiente, declarando mucha menos seda de la en realidad hilada.ssss1 No obstante, esta fase del trabajo sedero podría desarrollarse ya en otros ámbitos, urbanos, incorporando de este modo a nuevos actores al proceso productivo. Y es que al menos en el mundo nazarí parece mantenerse la tradicional disociación entre las dos fases que implica el trabajo con la seda que ya se habían mostrado en el Calendario de Córdoba, es decir, la etapa de cría y extracción del hilo de seda, lo que López de Coca calificaba como fase rural, y la posterior fase urbana, que implicaba la elaboración de tejidos, con las distintas labores de tundido, tintada, urdimbre y tejido propiamente dicho.