Читать книгу Poesía digital. Deena Larsen y Stephanie Strickland онлайн

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Así, la existencia de la fotografia nos invitaría, más bien, a dejar de querer “describir” aquello que puede en sí mismo, quedar “registrado”; y es necesario reconocer que, en realidad, el desarrollo de este procedimiento y de sus funciones tiene por consecuencia un tipo de exclusión progresiva de la palabra por parte de la imagen. Se diría incluso que, en las publicaciones, la imagen está tan celosa de suplantar a la palabra que se apropia de alguno de sus vicios más enojosos: facilidad y prolijidad. Me atrevería a agregar que la fotografia se atreve incluso a practicar la mentira, gran y siempre floreciente especialidad de la palabra. Es necesario convenir entonces que el bromuro supera a la tinta en todos los casos en los que la presencia misma de las cosas visibles basta, habla por sí misma, sin la intermediación de una mente interpuesta, es decir, sin recurrir a las transmisiones convencionales de un lenguaje.

Pero, por lo que a mi se refiere, no veo en esto ningún mal; y creo encontrar en ello ciertas ventajas para la literatura. Esta proliferación de imágenes fotográficas de la que hablaba, podría indirectamente acabar beneficiando a las letras (entiendo por ello, las Bellas Letras, o, más bien, las Letras verdaderamente Bellas). Si la fotografía y sus conquistas del movimiento y del color, por no hablar del relieve, nos desaniman para describir lo real, tambien nos recuerdan los límites del lenguaje articulado, y nos aconsejan a nosotros, los escritores, un uso absolutamente ajustado a la propia naturaleza de nuestros medios2.

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