Читать книгу Pasados presentes. Tradiciones historiográficas en la musicología europea (1870-1930) онлайн

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Lo más esencial para un profesor universitario consiste en que sea un «buen músico», un artista en la práctica. Las relaciones que hay son exactamente las mismas que en el caso del docente de medicina interna y cirugía. Tal y como este no es tan solo un erudito, sino que sobre cualquier otra cosa debe ser un médico excelente, de tal manera solo se sirve a la historia de la música, al menos a la moderna, con hombres que puedan medirse al menos con cualquier maestro de capilla. […] Para el historiador de la música […] la actividad práctica propia es la base de todo juicio (ibíd.: 86-87).

Pero como Kretzschmar se ocupa expresamente de problemas de la historia de la música, el lector crítico se pregunta por qué el erudito de Leipzig no dedica la menor reflexión a la necesidad de que los historiadores de la música también dispongan de una conciencia meditada del método, que solo pueden conseguir en colaboración con otras disciplinas históricas.

Este voluntario aislamiento de una disciplina que es en realidad histórica, con respecto a otras ciencias deudoras de la historiografía, también tiene efectos a largo plazo que apenas se pueden sobrevalorar. Sin duda, hoy en día nadie escribiría con el mismo aplomo lo que se podía leer, casi sesenta años después de Kretzschmar, en la entrada sobre la historia de la música en la primera edición de Die Musik in Geschichte und Gegenwart, la gran enciclopedia de la música en alemán. En ella se da por sentado como «hecho», ya en la primera frase, que «la historia de la música suele practicarse principalmente como historia de un arte casi autónoma, y por ello solo tiene sus propios requisitos» (Albrecht, 1961, columna 1203). No hace falta ser un seguidor de modelos explicativos marxistas para considerar la tesis de la autonomía de la música como un burdo disparate. Lo que no es convincente siquiera para las llamadas obras instrumentales «absolutas» se convierte en algo completamente inadecuado para el tratamiento de todas las composiciones, no precisamente raras, que disponen de un texto, es decir, aquellas que, además de su enraizamiento en funciones y contextos sociales precisos, están ligadas de manera inseparable a la literatura. Si bien en la torpe formulación de Hans Albrecht el paradigma «aislacionista» aquí presentado parece estar exageradamente caricaturizado, no deberíamos subestimar el efecto de un pensamiento de esta naturaleza, no siempre meditado, hasta el presente. Junto con la influencia de métodos filológicos y junto con el enraizamiento de la musicología alemana en paradigmas teológicos y teleológicos del siglo XIX, el autoinfligido aislamiento de numerosos representantes de esta disciplina ha hecho posible, por un lado, concentrar una atención privilegiada sobre algunos temas escogidos con resultados sobresalientes en estos ámbitos; pero al mismo tiempo ha originado profundas carencias a las que los musicólogos se tienen que enfrentar, no solo en los países de habla alemana.

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