Читать книгу Female Beatness: Mujeres, género y poesía en la generación Beat онлайн
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La historia más reconocida y extendida sobre el origen de la pulsación, o eclosión Beat narra que en 1944 William Burroughs, ya amigo de Allen Ginsberg y Jack Kerouac, conoce a Herbert Huncke, quien le introduce en el submundo de drogadictos y excluidos sociales de Nueva York (ya fuera por pobreza, orientación sexual, adicción, etnicidad o elección). Allí, Burroughs se siente como en casa, viviendo desde su experiencia real, y a la vez simbólica, en los márgenes de la cultura de postguerra estadounidense, la cual disfrazada de modernidad, imponía una “individualidad” homogénea y conformista. Huncke prestó al grupo el término “beat”, expresión coloquial ya utilizada por los músicos de jazz afroamericanos durante la Segunda Guerra Mundial, que él utilizaba como referente a un ecosistema, junto a sus habitantes, fuera del sistema y de la ley, donde no se tenía que luchar contra nada porque no se pertenecía más que a una subcultura subterránea.
El término inicial sugería, según Ginsberg, ser o estar “exhausto, perceptivo, rechazado por la sociedad, a tu modo y solo, de la calle” (en Charters 1993: 583).3 Pero será Kerouac el que exprima imaginativamente el sentido de to be beat, anclándolo en una tradición de inconformismo de corte existencialista en la cultura y literatura estadounidenses. Es a él a quien debemos la contextualización del sentido de lo Beat en las circunstancias históricas que lo generan, a la vez que su descontextualización, ya que lo emplaza en un continuo cultural e imaginario que le provee de expansión. John Clellon Holmes, miembro del grupo intelectual inicial con lazos con la universidad de Columbia, rememora su famosa conversación con Kerouac en 1948, en la que éste describe qué significa ser Beat y el estado de beatness en la América de postguerra. En la conocida cita de Kerouac, el autor identifica a su grupo de amigos con los excluidos sociales o fuera de la ley y como miembros de una “generación Beat” por primera vez: “éramos una generación de furtivos. Con el reconocimiento de que no teníamos la necesidad de demostrar nada, ‘públicamente’, me refiero, una especie de hastío—quiero decir, todos sabíamos ya dónde nos encontramos—y un agotamiento con todas las formas, todas las convenciones del mundo . . . Así que, me imagino que podríamos decir que éramos una generación abatida” (en Belletto 2017(a): 4).4