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La gran devoción a la Virgen y los iconos

Herencia preciosa de la Iglesia bizantina al pueblo ruso ha sido la devoción a la Virgen. El pueblo fiel del Imperio Romano de Oriente resistió con numerosos mártires, y muy acompañado por sus monjes, en las persecuciones decretadas por los emperadores iconoclastas durante más de un siglo; persecuciones, detenidas en el 717 por la emperatriz Irene, reanudadas el 813, y definitivamente hechas concluir por la emperatriz Teodora en el 843.

Durante las persecuciones, muchos pintores de iconos –pinturas sobre tablas– emigran a las orillas del Mar Negro en la época inicial de la gran evangelización de Rusia, que desde el Sur (en especial, desde la primera capital del país: Kiev) se extenderá hasta al extremo Norte. Ellos suministrarán abundantes iconos de Cristo, la Virgen y distintos santos a las iglesias que entonces se construyen, como las magníficas de Kiev de la Dormición de María y de Santa Sofía; y suministrarán también los iconos a las mismas casas de los fieles, como se había hecho tradición entre el pueblo fiel bizantino al esconder en ellas los prohibidos iconos.

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