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Agravamiento de la servidumbre de la gleba

No desaparece la servidumbre de la gleba, sino que se agrava. La legislación anterior fijaba un límite de tiempo tras el cual al campesino fugitivo se le consideraba libre. Por la nueva ley de 1649 podía, en cambio, el dueño reclamar al siervo en todo momento129. Un atenuante al rigor de la nueva ley era la dificultad real de aplicarla al residir la mayoría de los grandes propietarios en las ciudades y rara vez contar con administradores en las mismas aldeas de los campesinos.

Esto permitió a los mismos campesinos gestionar comunalmente sus aldeas, dirigidas por su asamblea o mir, encargada de los pagos de las rentas al señor, en moneda o especie, y que a la vez atendía a las necesidades de la aldea. Cada mir repartía las tierras entre sus familias (en régimen no muy distinto al del municipio de la Baja Edad Media occidental, dotado de comunal, de tierras propias). Cada aldea disponía de parroquia propia130. Persistía, no obstante, el riesgo, como sucederá más adelante, de un agravamiento de la situación. Los campesinos del Norte y de las fronteras Este y Sur –un 25% del total del país– , que aún permanecían libres, temían por su futuro131.

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