Читать книгу Una arquitecta del cambio social desde el activismo y las políticas públicas. Testimonios de rutas compartidas con Isabel Martínez Lozano онлайн

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Escribo este texto, con sensación de urgencia, un 25 de abril mientras en mi teléfono móvil suena la voz de José Alfonso entonando Grandola Vila Morena, el himno de la revolución de los claveles. José Alfonso murió olvidado y pobre, y muchos de los ideales de aquella revolución se marchitaron hace tiempo, pero el país donde triunfó es hoy mejor gracias a ella. Tal vez ese sea el único destino posible: mantener la antorcha encendida, pasársela a quienes nos sucederán. Bertold Brecht escribió una vez: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”. Como puede verse tampoco Brecht pudo librarse del sesgo de género. Pero basta con cambiar “hombres” por “personas” para que la idea gane fuerza al hacerse incluyente.

La buena noticia es que cada vez hay más personas así. El reto está en que trabajen juntas, como postuló Isaak Denisen, “sin esperanza ni desesperación”, de una forma cada vez más amplia y continuada, respetando su propia diversidad, en pro de un futuro mejor. Me atrevo a decir que, simplemente, para que haya un futuro pues, al menos desde el punto de vista de calentamiento global, hace tiempo que el reloj corre en nuestra contra. Probablemente de ahí proviene (y no solo de haber sobrepasado el plazo para entregar este texto) mi sensación de urgencia. De ahí, y de la inevitable constatación de que nos vamos haciendo mayores. En todo caso, el futuro no está escrito y al venir a este mundo nadie nos prometió nada. Hace rato aprendimos que el camino es la meta. Compartirlo con gente como Isabel ha sido y sigue siendo un privilegio.

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