Читать книгу Morir sin permiso онлайн

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Consiguieron estabilizarle y le subieron a la ambulancia. Maite comentó que era enfermera del Hospital Universitario Príncipe de Asturias, y familiar del atacado. Se hizo una excepción y permitieron que acompañase al equipo médico y al paciente.

—Te vas a poner bien, ya lo verás.

—¿Te encuentras bien? —Óscar, aun estando semiinconsciente, se preocupó por ella, acordándose de que el maltratador machista la había agredido.

—Shhhh… no hables, no gastes las fuerzas.

En menos de diez minutos la ambulancia paró en la puerta de urgencias del Hospital Universitario Príncipe de Asturias. Ya habían comunicado su inminente llegada, y cuando sacaron al accidentado del vehículo, un equipo del personal de Urgencias estaba esperando para la recepción del paciente. Todo se realizaba de forma eficaz, muy profesional. El personal del hospital se hizo cargo del agredido. Ahí fue cuando se percataron de que el paciente mostraba un bajo nivel de conciencia y parecía estar comatoso. Al no responder a estímulos, y tras comprobar que sus constantes vitales eran estables, optaron por realizar un escáner cerebral, un TAC, para asegurarse de que no existían lesiones. Posteriormente ingresó en la UCI, para su observación. No precisaba respiración asistida, pero sí vigilancia del traumatismo, dado que presentaba una conmoción cerebral. En la UCI, el servicio de enfermería vigilaba al paciente cada dos horas, observaban las pupilas y pares craneales, verificando que todo estuviese bien.

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