Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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Los contactos del falso todo lo acusan al juez de usar la causa para hacer política y tratan de arrancarle el caso para mandarlo al fuero más político de todos, donde no casualmente atiende el poderoso fiscal de trato asiduo con el falso todo. Mientras tanto, una runfla de espías, contraespías, miserables y alcahuetes desfila por el juzgado de Dolores. Y el mismísimo entonces presidente de la Nación profundiza la grieta al ordenar una investigación del juez de Dolores. La investigación no llega a ningún lado porque no es un crimen caerle mal a un presidente.

Las extorsiones, el tráfico de influencias y demás crímenes y pecados del falso todo quedan ampliamente probados por el juez de Dolores. Hasta sus requeteconocidos fiscal y periodista lo denuncian por estafa. El mitómano charlatán falso todo quiere convertirse en arrepentido, pero sin entregar a sus amigos. El juez de Dolores no compra y ahí sigue el falso todo, preso y abandonado hasta el día de hoy.

En cambio, el influyente periodista y el poderoso fiscal zafan. Siguen trabajando de fiscal y de periodista, cubriendo temas de gran importancia institucional. En un caso, las instancias superiores al juez de Dolores y, en el otro caso, el propio juez determinan que no se pudo acreditar que el periodista y el fiscal estuvieran al tanto de las actividades extorsivas del falso todo. Mucho menos que hayan compartido los beneficios económicos de dichas extorsiones. Queda claro que la información que les proveyó el falso todo, tanto la información falsa como la verdadera, tanto la legítima como la ilegalmente obtenida, fue de gran utilidad para el periodista y para el fiscal. Pero el falso todo negó que el fiscal y el periodista fueran sus cómplices y el juez de Dolores no encontró elementos suficientes para poder contradecirlo.

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