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A mi hermano Mauro por haber confiado en mí en un momento muy difícil de su vida.

A mi prima Gilda por aquella infancia feliz y por «el club del secreto».

A mis primas Patricia y Verónica por los infinitos recuerdos y travesuras.

A mi abuela María por abrigarme siempre y a mi abuela Olga por regalarme magia.

A mi tía Bocha por malcriarme más de una vez.

A Giorgio por brindarme un espacio en su vida y por cada brindis bien merecido.

A mis amigas de siempre, sin nombres ni tiempo ni espacio, por haber estado y estar a mi lado.

A todos aquellos ángeles que se cruzaron y se cruzan por mi camino en el momento justo.

A los que me hicieron daño por haberme ayudado a ser una mejor persona.

Nota de la autora

¿Qué pasaría si no existiera el «si hubiese»?

Probablemente, no existiría el autorreproche y tendríamos que aceptar nuestros actos, equivocados o no, y simplemente seguir adelante, sin estar atrapados en una pregunta de respuesta incierta como: «qué hubiera pasado si…», o «si hubiese hecho o no hubiese hecho tal o cual cosa…», o «si hubiese podido, si hubiese sabido…».

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